Giordano Bruno: ¿Un mártil de la ciencia?
El motivo de que convenga hablar de Giordano Bruno es que a menudo se piensa que murió en la hoguera a causa de su apoyo al modelo de Copérnico. La realidad es que fue quemado en la hoguera por sus creencias religosas. El hecho de que el modelo de Copérnico se viera implicado en todo este asusnto no fue más que una complicación desafortunada. La razón principal por la que Giordano Bruno, que había nacido en 1548, entró en conflicto con la Iglesia fue el hecho de ser seguidor de un movimiento conocido como «hermetismo«. Este movimiento religioso basaba sus creencias en unos textos que para sus seguidores eran el equivalente de las Sagradas Escrituras y que en los siglos XV y XVI estaban considerados como procedentes de Egipto y elaborados allí en los tiempos de Moisés. Estaban relacionados con las enseñanzas del dios egipcio Tot (el creador de las artes y de las ciencias). Hermes era el equivalente griego de Tot (de ahí la palabra hermetismo) y los seguidores de este culto le daban el nombre de Hermes Trimegisto (tres veces grande). Por supuesto, el Sol era también un dios para los egipcios , y se ha sugerido que el propio Copérnico pudo haber estado influido por el hermetismo al poner el Sol en el centro del universo, aunque no hay indicios que justifiquen esta hipótesis. Se averiguó posteriormente que los documentos en que se basó no procedían del Antiguo Egipto, pero los creyentes del siglo XV interpretaban que aquellos documentos predecían, entre otras cosas, el nacimiento de Cristo.
En la década de 1460, unas copias del material en que se basaba el hermetismo llegaron a Italia procedentes de Macedonia y suscitaron un gran interés durante más de un siglo, hasta que se demostró (en 1614) que habían sido escritas mucho tiempo después del comienzo de la era cristiana, por lo que sus «profecías» se habían beneficiado en gran medida de las ventajas de la percepción retrospectiva. La Iglesia Católica de finales del siglo XVI podía tolerar textos antiguos que predijeran el nacimiento de Jesús, y hubo católicos perfectamente respetables, por ejemplo Felipe II de España (que reinó desde 1556 hasta 1598, se casó con la reina María de Inglaterra y fue un firme adversario del protestantismo), que suscribían estas creencias (como también lo hacía, dicho sea de paso, John Dee, el tutor de Thomas Digges). Pero Giordano Bruno adoptó una posición extrema, afirmando que la antigua religión egipcia era la fe verdadera y que la Iglesia Católica debía encontrar un modo de regresar a aquellas creencias antiguas. No hace falta decir que esto no cayó demasiado bien en Roma y, después de una carrera con altibajos vagando por Europa (incluida una temporada en Inglaterra desde 1583 hasta 1585) y provocando escándalos (entró en la orden dominicana en 1565, pero fue expulsado de ella en 1576 y, durante su estancia en Inglaterra se creó tantos enemigos que tuvo que refugiarse en la embajada francesa), Bruno cometió el error de visitar Venecia en 1591, donde fue arrestado y entregado a la Inquisición. Tras pasar mucho tiempo en prisión y soportar un largo proceso, parece ser que Giordano Bruno fue condenado finalmente tras ser acusado de arrianismo (la creencia en que Cristo había sido creado por Dios y no era el dios encarnado) y de practicar la magia en secreto. No podemos estar completamente seguros porque las actas del proceso se han extraviado, pero más que un mártir de la ciencia, como se le suele presentar a menudo, Bruno fue en realidad un mártir de la magia. Bibliografía: John Gribbin. Historia de la ciencia. 1543 – 2001 Editorial Critica